Otra particularidad de las pinturas del Châtel de Theys es su altísima calidad, tanto técnica como estilística.
Desde el punto de vista técnico, se utilizaron conocimientos tradicionales basados en materiales duraderos, como son los pigmentos minerales. Por ello, la pintura ha aguantado muy bien el paso del tiempo y, tras más de siete siglos al aire libre, goza de unos colores excepcionalmente vivos. Sin embargo, una restauración permitiría resaltar aún mejor la intensidad de los colores utilizados, típicos del arte de la época.






Las pinturas del Châtel destacan también por su estilo. Se pueden equiparar con las iluminaciones de los manuscritos más refinados de finales del siglo XIII. Pertenecen al “gótico lineal”, caracterizado por unos contornos negros bastante gruesos, que recuerdan a piezas esmaltadas de orfebrería y que resaltan las figuras pintadas.
Además, uno se da cuenta de lo genial que era el pintor por la forma en que le da vida a los personajes del relato. Supo animar cada pequeña escena con una vivacidad excepcional, haciéndonos olvidar la fragmentación de la narración.
Por lo tanto, estamos frente a un artista de gran talento que produjo una obra maestra que tenemos la suerte de poder contemplar todavía, obra que tenemos que preservar para futuras generaciones.